Por Valeria Largaespada
Los humanos somos seres sociales que necesitan del acto comunicativo para poder expresar sus ideas, disconformidades, sentimientos y aspiraciones. De la lengua se deriva la necesidad de comunicar, es por ellos que nos mantenemos conectados uno del otro, y a través de los años, el ser humano ha ido evolucionando, asimismo que su manera de comunicar los mensajes.
Hoy día contamos con el internet, el cual nos ayuda a enterarnos del mundo exterior, enviar un mensaje escrito o ayudarnos a traducir una simple oración. Pero mucho antes del internet, de los smartphones y las computadoras, las personas hemos hallado la forma de comunicarnos de nuestra lengua madre a una lengua extranjera y viceversa, sin la necesidad de la tecnología, la cual todavía no ha podido dominar en su totalidad el arte de la traducción.
Un breve repaso por la historia
Antes de la traducción, se utilizaba únicamente la interpretación, la cual es más antigua que la escritura. La traducción llegó hasta la aparición de la literatura escrita. El origen de este arte se remonta a la época de la piedra Rosetta, la cual recogía información que engrandece la figura de faraón Ptolomeo V y que estaba transcrita a tres idiomas de la época: jeroglíficos egipcios, escritura demótica y griego.
El Antiguo Testamento fue traducido del hebreo al griego y fue denominado Septuaginta. Las obras religiosas fueron un importante impulso para la traducción, existe información anterior acerca de los cincos libros de Moisés, que fueron traducidos por 72 escribas (seis por cada una de las doce tribus de Israel) conocedores del hebreo y el griego por un encargo de Ptolomeo Filadelfo. Más tarde, las traducciones griegas de los libros del Antiguo testamento se tradujeron al latín por parte de los romanos en la versión Vetus Latina. En el siglo IV se realizó la versión extendida de la Biblia gracias a San Jerónimo, la cual se llamó Vulgata.
Durante el reinado de la Península Ibérica la mezcla de culturas y la citación de España como entrada a Europa impulsó un periodo de oro para la traducción. Y en el siglo XII, Raimundo de Sauvetat, fundó la Escuela de Traductores de Toledo.
Mundo Contemporáneo.
Hoy día nos vemos sumergidos en textos que han llegado a nuestras manos de su idioma original a nuestra lengua materna gracias a la traducción. Sin aquellas personas que dedicaron su vida al estudio de los idiomas y de la cultura, los textos que hoy en día conocemos seguirían en su idioma original. La traducción nos aporta conocimientos y cultura de otras partes del mundo, los pensamientos de millones de personas que han sido traducidos a través de los siglos y que ahora forman parte de nuestro conocimiento general.
La tecnología no ha podido reemplazar al ser humano
El arte de la traducción cuenta con muchos factores que la tecnología todavía no posee. Todos los textos del mundo cuentan con la esencia de su autor, donde él plasma sus más profundos pensamientos y los convierte en una obra de arte. Al igual, todo texto tiene una influencia cultural, que se debe adaptar al contexto de la lengua de llegada. Por ello, la tecnología es incapaz de percibir aquella naturaleza del humano, lo que nos caracteriza de cada uno. El traductor tiene que poseer conocimientos culturales al igual que poder plasmar la esencia de los autores.
Los traductores automáticos, que nos brinda la inteligencia artificial, distan mucho de estar a la altura de los traductores profesionales. Por ejemplo; en el campo de la traducción existen diferentes tipos de especialistas que se dedican a traducir tanto textos judiciales como textos médicos.
En el caso de los textos judiciales, un traductor artificial no es capaz de traducir ciertos términos comunes en el lenguaje legal.
Por lo tanto, el trabajo del traductor siempre será indispensable. Aunque muchas personas no se percatan de lo valioso que es esta profesión, es importante darles el mérito correspondido y sobre todo, tener en cuenta su paso por la historia.
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