Fecha: 5 de Junio 2020
Autor: Jocelyn Flores
B. A. Foreign Languages and Literatures. Magna Cum Laude. Washington State University
M. A. in Spanish. University of California Santa Barbara
El contexto
Hace más de 15 años cursaba el segundo año de la licenciatura en literatura en Puebla, México.
En esa época soñaba con hacer un intercambio en España, sin embargo, no contaba con los recursos económicos suficientes para este proyecto. Una de mis profesoras de la universidad me propuso un proyecto que no había considerado: participar en un intercambio en Estados Unidos. Como lo comenta Sonia en la primera parte de su artículo "Quiero estudiar en el extranjero: ¿cómo le hago? (https://www.peritotraductorbmg.com/post/quiero-estudiar-en-el-extranjero-parte1), mi universidad contaba con un programa de intercambio prestablecido con la Universidad Estatal de Washington.
Parte del intercambio incluía trabajar como asistente del departamento de lenguas y dar clases de español como lengua extranjera. Las grandes ventajas de esta aventura incluían: perfeccionar mi nivel de inglés, vivir en el extranjero, adquirir experiencia profesional. La cereza sobre el pastel: el trabajo remunerado me daría los medios para acceder a la experiencia de estudiar en el extranjero.
Adaptación
Entre los primeros cambios a los que tuve que adaptarme a mi llegada a Pullman, Washington fue el cambio de paisaje, la vida citadina quedó atrás para dar paso a un pequeño pueblo estudiantil, el choque cultural, mi nivel de inglés tendría que mejorar de manera significativa para cumplir las demandas académicas.
Tendría que adaptarme a vivir lejos de la estructura de mi familia para darle paso a la convivencia con una estudiante rusa y una coreana; empezar de cero una vida social. Por fortuna encontré en mi camino a compañeros, profesores e incluso un consejero que me apoyaron en el proceso.
Cabe destacar que las universidades en Estados Unidos suelen contar con consejeros y mentores, como parte de la red de servicios y apoyo del campus. En mi caso pude incluso consultar a un consejero en mi lengua nativa y las sesiones me ayudaron a encontrar soluciones a diferentes problemas. La clave para mí fue saber pedir ayuda cuando lo necesité.
Conciliar la vida estudiantil y el trabajo
Sin duda alguna, uno de los retos mayores fue encontrar el equilibrio entre estudiar a tiempo completo y tener un contrato de 20 horas por semana. Fue una experiencia ardua y gratificante: tener la responsabilidad de dar clases por primera vez frente una audiencia desconocida, explicarles mi lengua nativa; ser alumna a otras horas y no morir en el intento.
Eventualmente encontré el ritmo necesario que implica trabajar y estudiar en el extranjero.
Cuando mi vida estaba organizada pude explorar algunas de las actividades que proponía la universidad: un enorme gimnasio techado, una pared de escalada…pero también noches de lectura de poesía, conciertos y fiestas estudiantiles.
El aspecto financiero
Estudiar en Estados Unidos como alumno extranjero puede resultar intimidante a nivel financiero, incluso si se trata de universidades o instituciones públicas.
Cuando decidí extender mi estadía en la universidad de Washington por un segundo año, no tuve acceso al trabajo de asistente. La pregunta era otra vez: ¿cómo seguir costeando los estudios?
En el campus encontré un trabajo como tutora, en lo que se podría traducir como Centro de Escritura. Ayudaba a estructurar, aclarar y corregir los trabajos escritos de otros estudiantes. El fin de semana tenía otro empleo a tiempo parcial en un restaurante.
Con la ayuda de la oficina de estudiantes extranjeros obtuve una lista de becas y donativos a los que solicité ser considerada. Se sorprenderían de la cantidad de apoyos financieros que existen en las universidades de Estados Unidos -sin caer en el préstamo como primera opción-.
El desempeño académico, las recomendaciones de mis profesores y la generosidad de los donadores hicieron posible que terminara mis estudios.
En el proceso, considero que la comunicación fue clave; profesores y mentores empáticos me orientaron para resolver un sinnúmero de dificultades.
Transición a los estudios de posgrado
Como podrán imaginar, entre el trabajo y los estudios, la transición al posgrado no fue un proceso simple. Mi logística no me permitió ingresar a un programa de posgrado inmediatamente después de graduarme.
Por fortuna, al haber completado el grado de Bachelor, tuve acceso a una visa de trabajo permanente durante un año. En lugar de volver a "casa", opté por aprovechar mi estadía, seguir trabajando y preparar con calma mi admisión al posgrado.
¿Qué había que preparar? Pues bien, los ya sabidos: el GRE, las cartas de recomendación, las calificaciones y las propias cartas de presentación expresando el interés en el programa. Para tener mejores oportunidades de ser aceptado, es importante conocer el trabajo y las áreas de interés de los profesores que enseñan en dicho programa. Visto en retrospectiva, incluso establecer un primer contacto con los profesores para indagar también sobre sus proyectos futuros y su manera de abordar los posgrados puede ser información valiosa. Así mismo, poder contactar (ex)alumnos para compartir su experiencia de estudios puede ser otro factor decisivo.
Tener la ocasión de visitar los campus in situ es un privilegio, pero puede ser determinante sobre todo si uno es aceptado en diferentes universidades. Por fortuna, hoy en un día las visitas virtuales dan una excelente idea de los campus.
Tras unos meses de nerviosismo, de recibir cartas de rechazo y por momentos de decepción, obtuve dos propuestas atractivas. Opté por la Universidad de California Santa Barbara, donde había sido aceptada, de nuevo, con un puesto de asistente de enseñanza.
Todo parecía marchar viento en popa.
Y bien, la búsqueda de alojamiento empezó a darme un indicio del nuevo contexto. Mi salario no me permitiría rentar un departamento solo para mí, habría que compartir los gastos. Ahí empezó una nueva aventura. El campus de Santa Barbara es precioso, está situado al borde del mar; la ciudad de Santa Barbara es radiante y estos factores hacen que el nivel de costo de vida sea bastante alto.
Así que cuando por fin pensé que tendría una experiencia más equilibrada entre los estudios –que serían más demandantes- y el trabajo, Santa Barbara me puso de nuevo a prueba.
No quiero aburrirles con la larga lista de trabajos secundarios que tuve que aceptar, pero no era la única, mis colegas y yo solíamos dar clases privadas, ayudar a calificar los exámenes de otros profesores, editar textos, traducir y dedicar nuestro tiempo a otras actividades menos relacionadas con nuestros estudios.
No me canso en hacer hincapié en estimar el costo de vida de un estudiante extranjero y de tener un colchón de reserva para los gastos inesperados. La oficina de estudiantes extranjeros cuenta con amplia información al respecto.
Reflexiones finales
Después de estudiar y vivir durante 5 años en dos ciudades de Estados Unidos me queda claro que fue una experiencia decisiva en mi trayectoria personal. No solo gané el perfeccionamiento de un idioma, los títulos universitarios, sino amplia experiencia laboral y una transformación personal.
En el plano laboral, puedo decir que haber estudiado en Estados Unidos me abrió las puertas para trabajar en el sector privado en Madrid y Bruselas, donde llevo instalada ya más de una década.
Haber estudiado en el extranjero me confrontó a cuestionar mis propias creencias, prejuicios y valores. Ser estudiante mexicana en Estados Unidos implica poder romper los estereotipos que existen contra los inmigrantes.
De mi parte, la tolerancia hacia el "otro" se volvió imprescindible. Es cierto que no acabé de entender ciertos valores y prácticas sociales y culturales, pero eso no fue obstáculo para haber disfrutado de la experiencia. No fue un camino en línea recta, ni todo fue color de rosa. En muchos momentos me hubiera gustado solo tener que dedicarme a estudiar. Sin embargo, si me preguntaran si lo volvería hacer, la respuesta sería inequívoca: Sí.
Sí, porque la experiencia global fue también una forma de prepararme a la vida adulta.
Sé que hoy no sería la misma persona si no hubiera partido a estudiar y trabajar en el extranjero. Mi familia y amigos han sido testigo de mis cambios. Por momentos, la vida en el extranjero transforman la identidad y eso puede ser asustador. En el fondo, la familia, amigos y una misma terminan por acostumbrarse a esa nueva persona que se va creando y no por eso se pierde el cariño o la estima.
Las oportunidades de trabajar y estudiar en extranjero no se presentan todos los días.
Si una oportunidad aparece, con conocimiento de causa y sin dudarlo, atrévete al desafío:
Lánzate a la aventura de estudiar y trabajar en el extranjero, no te arrepentirás.
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