top of page

¿Cómo lidiar con la soledad en el extranjero?

  • Foto del escritor: Perito Traductor
    Perito Traductor
  • 14 sept
  • 4 Min. de lectura

Por Valeria Largaespada


Vivir en el extranjero representa un desafío que va mucho más allá de aprender un idioma nuevo o adaptarse a una cultura diferente. La experiencia migratoria, ya sea motivada por estudios, trabajo o proyectos personales, conlleva un proceso de adaptación emocional en el que la soledad se convierte en un aspecto central. La ausencia de la red de apoyo habitual, la distancia con la familia y amigos, y la dificultad para establecer nuevas relaciones pueden generar sentimientos de aislamiento, ansiedad y nostalgia (Ward et al., 2001). Es posible desarrollar estrategias efectivas para enfrentar estos retos y transformar la soledad en una oportunidad de crecimiento personal.


ree

Este artículo explora las causas de la soledad al vivir en otro país, los efectos emocionales y psicológicos que puede tener, así como un manual de estrategias para sobrellevarla de manera saludable. El análisis se basa en literatura académica sobre migración, psicología intercultural y bienestar emocional, con el fin de ofrecer un panorama integral que permita comprender y afrontar este fenómeno.


La soledad, entendida como la discrepancia entre las relaciones sociales deseadas y las que realmente se poseen, es común en quienes viven en el extranjero (Perlman & Peplau, 1981). No se trata únicamente de estar físicamente solo, sino de experimentar la falta de conexión emocional y cultural. Para los migrantes, estudiantes internacionales o expatriados, este sentimiento se intensifica por la pérdida de redes sociales establecidas y la necesidad de construir nuevas en un contexto desconocido (Sawir et al., 2008).


ree

La experiencia de la soledad se relaciona también con el choque cultural. Según Oberg (1960), este proceso se da en varias etapas: luna de miel, crisis, recuperación y adaptación. Durante la etapa de crisis, los individuos suelen experimentar nostalgia, desorientación y aislamiento, factores que refuerzan la percepción de soledad. Además, la barrera del idioma puede complicar la integración y dificultar la construcción de relaciones significativas (Yoon & Portman, 2004).


La soledad en el extranjero no solo es un estado pasajero, sino que puede afectar significativamente la salud mental. 

Estudios han mostrado que las personas que viven aisladas presentan mayores niveles de depresión, ansiedad y estrés (Cacioppo & Patrick, 2008). En el caso de los migrantes, estas emociones pueden acentuarse debido al duelo migratorio, concepto que describe las pérdidas múltiples que experimenta una persona al dejar su país: pérdida de idioma, costumbres, familia y pertenencia cultural (Achotegui, 2009).


De igual manera, la soledad puede impactar en la motivación académica o laboral. Los estudiantes internacionales, por ejemplo, suelen experimentar dificultades en su rendimiento debido a la falta de apoyo social (Zhou et al., 2008). Por otro lado, los trabajadores expatriados pueden ver disminuido su nivel de satisfacción y productividad si no logran construir una red de apoyo (Shaffer et al., 2016).


No obstante, algunos investigadores sostienen que la soledad también puede convertirse en un espacio para el autoconocimiento y la resiliencia. Según Frankl (2004), el ser humano es capaz de encontrar sentido incluso en el sufrimiento, y esta búsqueda puede impulsar un proceso de crecimiento personal en contextos adversos.


Existen múltiples estrategias para enfrentar la soledad al vivir en el extranjero. Estas se pueden agrupar en

tres dimensiones: social, emocional y cultural.


ree

La creación de vínculos en el nuevo país es esencial para reducir la sensación de aislamiento. Una estrategia eficaz es participar en comunidades, clubes estudiantiles, grupos deportivos o actividades culturales. Según Furnham (2010), el involucramiento activo en actividades comunitarias facilita la integración y disminuye el choque cultural. Además, las redes sociales pueden servir como un puente para mantener contacto con el país de origen sin que esto implique aislarse de la cultura receptora.


Practicar la autocompasión y el autocuidado resulta crucial en momentos de soledad. Actividades como la meditación, el ejercicio físico y la escritura terapéutica ayudan a gestionar el estrés y las emociones negativas (Neff, 2011). En casos más severos, buscar apoyo profesional en consejeros, psicólogos o grupos de apoyo para migrantes puede marcar la diferencia en la adaptación.


La integración cultural no implica renunciar a la identidad propia, sino negociar entre lo nuevo y lo ya conocido. Según Berry (1997), la mejor estrategia de aculturación es la integración, es decir, mantener la cultura de origen al mismo tiempo que se participa activamente en la nueva sociedad. Aprender el idioma, conocer las tradiciones locales y desarrollar competencias interculturales son pasos fundamentales para disminuir el aislamiento.


La nostalgia puede ser un recurso positivo si se canaliza adecuadamente. Cocinar platos típicos, celebrar festividades nacionales y mantener contacto regular con familiares y amigos son maneras de preservar la identidad cultural y al mismo tiempo sentirse acompañado (Rosenblatt, 2017). Estas prácticas fortalecen el sentido de pertenencia y amortiguan los efectos de la distancia.


ree

Aunque la soledad puede ser dolorosa, también puede abrir un espacio y un nuevo mundo para el autodescubrimiento. Estar lejos del entorno habitual brinda la oportunidad de redefinir la identidad personal, replantear metas y desarrollar resiliencia. En palabras de Bauman (2003), la modernidad líquida nos enfrenta a la incertidumbre constante, pero también nos invita a reinventarnos en cada contexto.


Muchos migrantes coinciden en que la experiencia de la soledad les permitió madurar, adquirir independencia y desarrollar una nueva perspectiva sobre la vida (Gaw, 2000). De este modo, la soledad, en lugar de ser un obstáculo insuperable, puede convertirse en una etapa necesaria del proceso de adaptación cultural.


La soledad es una experiencia casi inevitable para quienes deciden vivir en el extranjero. Sin embargo, comprender su origen, reconocer su impacto y aplicar estrategias de afrontamiento puede transformar este sentimiento en una oportunidad de crecimiento.


A través de la construcción de nuevas redes sociales, el cuidado emocional y la integración cultural, es posible no solo reducir la soledad, sino también fortalecer la resiliencia y ampliar el horizonte personal.


En última instancia, lidiar con la soledad en el extranjero es un proceso de equilibrio entre mantener las raíces y abrirse a lo nuevo. Como señala Frankl (2004), el ser humano tiene la capacidad de encontrar sentido en cualquier circunstancia. La experiencia migratoria, con todas sus dificultades, puede convertirse en una de las etapas más enriquecedoras de la vida.


En Connectin, un equipo de traductores profesionales en inglés, francés y alemán, queremos ayudarte a tener una migración consciente.


También te recomendamos:






Sentimiento de culpa al migrar


Referencias

Achotegui, J. (2009). Emigrar en el siglo XXI: El síndrome de Ulises, el estrés crónico y múltiple en los migrantes. Editorial El Mundo de la Mente.

Bauman, Z. (2003). Liquid love: On the frailty of human bonds. Polity Press.


Berry, J. W. (1997). Immigration, acculturation, and adaptation. Applied Psychology, 46(1), 5–34. https://doi.org/10.1111/j.1464-0597.1997.tb01087.x

Cacioppo, J. T., & Patrick, W. (2008). Loneliness: Human nature and the need for social connection. W. W. Norton.

Frankl, V. E. (2004). El hombre en busca de sentido. Herder.


Furnham, A. (2010). Culture shock: Literature review, personal statement and relevance for the South Pacific. Journal of Pacific Rim Psychology, 4(2), 87–94. https://doi.org/10.1375/prp.4.2.87

Gaw, K. F. (2000). Reverse culture shock in students returning from overseas. International Journal of Intercultural Relations, 24(1), 83–104.


Neff, K. D. (2011). Self‐compassion, self‐esteem, and well‐being. Social and Personality Psychology Compass, 5(1), 1–12. https://doi.org/10.1111/j.1751-9004.2010.00330.x


Oberg, K. (1960). Culture shock: Adjustment to new cultural environments. Practical Anthropology, 7, 177–182.

Perlman, D., & Peplau, L. A. (1981). Toward a social psychology of loneliness. En R. Gilmour & S. Duck (Eds.), Personal relationships in disorder (pp. 31–56). Academic Press.

Rosenblatt, P. C. (2017). Loss, sorrow, and longing: The immigrant’s experience. Routledge.


Sawir, E., Marginson, S., Deumert, A., Nyland, C., & Ramia, G. (2008). Loneliness and international students: An Australian study. Journal of Studies in International Education, 12(2), 148–180. https://doi.org/10.1177/1028315307299699

Shaffer, M. A., Kraimer, M. L., Chen, Y. P., & Bolino, M. C. (2016). Choices, challenges, and career consequences of global work experiences: A review and future agenda. Journal of Management, 42(6), 1317–1371. https://doi.org/10.1177/0149206316630262


Ward, C., Bochner, S., & Furnham, A. (2001). The psychology of culture shock (2nd ed.). Routledge.

Yoon, E., & Portman, T. A. A. (2004). Critical issues of literature on counseling international students. Journal of Multicultural Counseling and Development, 32(1), 33–44. https://doi.org/10.1002/j.2161-1912.2004.tb00359.x

Zhou, Y., Jindal‐Snape, D., Topping, K., & Todman, J. (2008). Theoretical models of culture shock and adaptation in international students. Studies in Higher Education, 33(1), 63–75. https://doi.org/10.1080/03075070701794833

 
 
 

Comentarios


bottom of page